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Ser dueño de un vehículo está dejando de ser una tendencia. Según los expertos, el futuro está en compartir o utilizar por horas, con una tarifa parecida a las de plataformas de música o películas.
Empecemos por una obviedad: todo ha cambiado. Desde los grandes avances en medicina, las nuevas reglas del orden mundial o el progreso en temas educativos y alimentarios hasta las nimiedades del día a día. Ya no interactuamos igual que hace pocos años, no aprendemos igual ni, por supuesto, nos movemos igual. Las relaciones se han vuelto virtuales, el exterior a veces se reduce a un plano secuencia entre actos y hasta actividades de ocio como ver una película o escuchar un disco han mutado en una elección sobre listas o catálogos infinitos y en suscripciones mensuales. Este sistema propio de lo audiovisual puede llegar a los automóviles.
¿Sería posible un Netflix de coche? Hay expertos que están convencidos de que es el futuro. Hablan de que el modelo actual está en proceso de caducar. Lo que siempre había sido un anhelo, el de comprarse un coche y moverse libremente, ahora es un incordio: las nuevas generaciones empiezan a pensar que lucir unas llaves en el recibidor es un símbolo de molestia más que de sueño cumplido. Porque los sueños ya no viajan en un soporte que implique cuidarlo, estar pendiente cada día, llevarlo al taller si hace falta o, sobre todo, tener que pagar una alta cantidad por algo que creemos con una duración larga, pero cuyo uso es cada vez menor.
Lo atestiguan las cifras de venta de coches, en descenso desde hace meses, y la reducción de vehículos por las ciudades. Influyen varios factores y no se puede resumir todo en un cambio de mentalidad. Ha existido, por citar algo minúsculo, una pandemia que ha paralizado el comercio mundial. O una guerra que ha encarecido la producción. Y unos obstáculos en las rutas marítimas que han ralentizado las entregas (incluso imposibilitado la fabricación y distribución de chips esenciales para el rodaje). Pero, además, hay circunstancias más locales que acentúan esta decisión. Lo primero es que han proliferado las formas de moverse, y ya se pueden realizar distancias cortas en patinetes o bicicletas. Y para tramos largos, existe el alquiler, el coche compartido, los trenes que conectan cada vez más puntos.
Así que el hecho de tener algo registrado a tu nombre, con una cuota mensual o incluso un garaje para guardarlo, se ha acabado. Michel Kisfaludi, director comercial de Europcar, refrenda esta tendencia en varias entrevistas: “Hay menos adultos en situación de propiedad de un coche. Ha habido un gran cambio de modalidad de propiedad de vehículos posterior a la pandemia y, aunque el teletrabajo no impacte tanto como podría parecer en un primer momento, los costes de mantener un vehículo y la posibilidad de ahorrar en desplazamientos han sido los motivos”.
Como uno de los métodos alternativos a la compra, esgrimía el experto, se encuentra la suscripción. Esto permite alquilar por meses, de manera similar a la que hacemos con las plataformas de streaming como Netflix. “Vamos por ese camino”, coincide Francisco Casas, socio fundador de Emovili. El experto en movilidad sostenible habla de un cambio de paradigma. Igual que ha ocurrido en otras parcelas de nuestra existencia, los coches no se ven como un objeto duradero, para siempre. Su uso ya se reduce a ciertos momentos y a lo mejor preferimos no hipotecarnos toda la vida con un coche. No solo por falta de ahorros, sino por (como ya decíamos) el devenir de los tiempos: puede que ya no se siga tantos años en ese puesto de trabajo al que te desplazas cada mañana, puede que la casa en la que estés se rescinda pronto el contrato de alquiler, puede que la oportunidad laboral o personal que buscas esté en otra parte del mundo…
Por eso, la suscripción se impone. Y su uso es similar a otras aplicaciones: se paga mensualmente, según unas tarifas que dependen, principalmente, del tipo de coche o del uso que le vayas a dar. El conductor se puede dar de baja en cualquier momento, con las condiciones específicas de cada compañía y, en contraprestación, el usuario dispone del vehículo con una serie de beneficios: mantenimiento, reparaciones o ITV incluidas. Generalmente, la cuota mensual se da sin entrada, gastos adicionales o cuota final (salvo gastos propios, como el combustible, los peajes o las multas).
Se podría confundir con los sistemas de renting o leasing actuales, pero hay un par de particularidades: no puede estar asociado a una actividad empresarial y, al contrario que en los otros servicios, no requiere años de contrato: basta con unos meses. Las tarifas, por norma general, rondan los 320 euros al mes e incluyen un máximo de 1.000 a 1.500 kilómetros. Aunque cada empresa pone sus requisitos.
“Habrá coches muy diferentes a los de hoy en día. Y aunque seguirá habiendo coches deportivos y que levanten pasiones, la movilidad regular cambiará eventualmente. Pasará primero en las grandes ciudades donde la idea de poseer un coche, que requiere estacionamiento y mantenimiento para permanecer sin uso la mayor parte del tiempo, está empezando ya a parecer incongruente”, afirmaba David Green, exdirector de desarrollo de Volvo para el coche conectado y actual CDO de la start-up Lynk & Co, en la edición española de Business Insider.
Durante los últimos tres años, indicaba, ha habido “un repentino impulso en los modelos de propiedad y en la conectividad y los servicios conectados”. Al mismo tiempo, añadía Green, “el coche eléctrico está empezando a ganar interés para el consumidor y la conducción autónoma está comenzando a ser una perspectiva realista”. “La humanidad ha tenido una relación amorosa con el automóvil durante un siglo, por lo que es fácil quedar atrapado en los caballos de fuerza, la pintura y los espectáculos de motor”, cavilaba el profesional, “pero, en el mundo cotidiano, lo que la mayoría de las personas realmente desea es una movilidad sostenible bajo demanda, de una manera rentable y sin esfuerzo”.
“Esa es la misión en la que estamos: cambiando la movilidad. Para ello, primero mejoraremos la experiencia de acceso a la movilidad sostenible bajo demanda, a través de la suscripción y los nuevos modelos de propiedad, donde el mantenimiento es un coste para nosotros y no una preocupación para el cliente”, zanjaba Green, conocedor de ese cambio que conlleva el simple funcionamiento natural del universo. Una evolución que quizás nos lleva a elegir en un catálogo interactivo la película que queremos ver por la noche o el coche que queremos usar los próximos días.