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Los países desarrollados fueron los primeros en alcanzar unos altos estándares de vida tal y como los entendemos hoy. Gracias a que ejecutaron la revolución industrial antes que nadie, han sido, también, los que más se han beneficiado de ella. Un hecho que, ahora que el calentamiento global obliga a reflexionar sobre el consumo y sus consecuencias, se ha puesto claramente de manifiesto. Durante décadas, estos países han consumido más que todos los demás, y, al mismo tiempo, también ha producido un mayor volumen de residuos y desechos.

Frente a ellos, los países en vías de desarrollo no han tenido el mismo acceso a los bienes de consumo. En muchos casos, con menores recursos disponibles, se han visto obligados a conformarse con las mercancías descartadas por los países ricos, desde productos de menor calidad o alternativas más baratas. Incluso aquello que los países occidentales desechan después de usado. Esta realidad tiene tanta vigencia que en algunos países francófonos de África a las mercancías de segunda mano se las conoce como Au revoir France. Son aquellos productos que van a morir a África. Aquellos que nunca volverán a Francia.

Uno de los casos de manual de este tipo de exportación de descartes es el que se produce con los vehículos. Los países en vías de desarrollo tienen la misma necesidad de automóviles que los países ricos pero menores capacidades de compra. Por ello, desde que estos últimos han decidido desengancharse de los vehículos propulsados por combustibles fósiles, los descartados se envían a los países menos desarrollados en cantidades récord.

La alergia de los países ricos a los vehículos contaminantes

El rechazo de los países ricos a los vehículos alimentados por combustibles fósiles no es casualidad. Es fruto del riesgo que supone el cambio climático y del consenso alcanzado a nivel global sobre cómo responder ante él. Un consenso que incluye la necesidad de reducir el número de coches contaminantes que circulan sobre el planeta, y ante la que no todos los países tienen la misma capacidad.

Así, para sorpresa de nadie, los cinco países con mayor porcentaje de vehículos eléctricos sobre el parque móvil total en 2023 eran Noruega, Islandia, Suecia, Dinamarca y Finlandia. Dentro de los 15 países que los seguían en el ranking, los únicos que no forman parte de la Unión Europea eran China, Reino Unido, Israel, Nueva Zelanda y Corea del Sur.

En los países más avanzados en el paso al vehículo eléctrico, el cambio ha llegado de la mano de un compromiso de los gobiernos de estas naciones con la lucha contra el cambio climático. Un compromiso que ha incluido, entre otras medidas, una dirigida específicamente a fomentar la sustitución de los vehículos impulsados por combustibles fósiles: las ayudas a las compras de automóviles eléctricos, una estrategia que ha tenido una consecuencia doble. Por un lado, ha provocado el aumento de las sustituciones de vehículos de gasolina por vehículos eléctricos. Por otro, el aumento del número de automóviles usados disponibles para ser exportados

Sed de coches

El mundo vive en una perpetua sed de vehículos. El transporte es uno de los pilares más importantes del desarrollo: no solo habilita el movimiento de bienes y personas dentro de un territorio, también contribuye a aumentar la competitividad y fomentar las exportaciones. Por ello, la necesidad global de automóviles no para de crecer. Según las previsiones del Programa para el Medioambiente de la ONU, de aquí a 2050 la flota mundial de vehículos ligeros se doblará. Un crecimiento cuya mayor parte tendrá lugar en los países en vías de desarrollo. 

Hoy, los principales compradores de automóviles usados son los países africanos (importan en torno al 24% del total), Europa del Este, el Cáucaso y Asia Central (14%), la región de Asia Pacífico (12%), Oriente Medio (10%) y Latinoamérica (8%). Frente a ellos, en 2020 los principales exportadores fueron los países de la Unión Europea (49%), Japón (26%), EE.UU. (18%) y Corea del Sur (8%). Dos listas que dan cuenta de unos flujos claros: los vehículos usados viajan de los países ricos a los pobres.

Coches esperando para ser transportados

A la vez, conforme los países más desarrollados avancen en su transición verde, mayor será el volumen de coches usados que se envíen hacia los países en vías de desarrollo. En muchos de estos, según el informe Used vehicles and the environment de la Agencia del Medioambiente de la ONU, hay regulaciones «limitadas o inexistentes sobre la calidad y la seguridad» que se les exige a los vehículos de importación. Así, hay una parte importante de ellos que no cumple con «los requisitos medioambientales básicos y que son una de las principales fuentes de contaminación aérea y de emisiones» en los países receptores.

Por supuesto, esto, en el fondo, más que solucionar un problema, lo único que hace es desplazarlo geográficamente. Con la sustitución de los automóviles más contaminantes por alternativas eléctricas, los países más ricos reducirán el volumen de emisiones. Pero los coches de gasolina de segunda mano seguirán contaminando la atmósfera. Lo que pasa es que ahora, en vez de hacerlo desde Madrid, París o Londres, lo harán desde Nairobi, Benín o Abiyán. El daño al planeta seguirá siendo el mismo.

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