Usamos cookies y otras tecnologías propias y de terceros para hacer funcionar de manera correcta y segura nuestra página web. También las usamos para analizar la navegación de los usuarios y poder ajustar la publicidad a tus gustos y preferencias. Política de Cookies.
Una gran nevada puede verse como algo exótico y bonito que deja unos preciosos paisajes blancos o como una auténtica pesadilla, si caminar y conducir por las calles heladas pone en peligro tu integridad física.
Pero esos enormes montones de nieve que permanecen en las calles sin derretirse pueden ser también una oportunidad para mejorar el diseño urbano de vías y carreteras. Los conocidos como sneckdowns son, en realidad, extensiones de las aceras o islas en la calzada formadas por la nieve, que sugerían espacios dedicados al tráfico que no eran utilizados por los vehículos y que podrían devolverse a los peatones.
El término lo acuñó en 2014 Aaron Naparstek, fundador de un blog llamado Streetsblog. Estos estrechamientos o bordillos de nieve son una forma de aprovechar la naturaleza para mejorar la circulación en las calles y carreteras. Actúan como obstáculos que provocan que el tráfico sea más lento y cuidadoso ya que obliga a los conductores a reducir la velocidad. Y al quedar reflejados de una manera muy gráfica los sinsentidos en muchas ocasiones de ciertos cruces o de la estrechez de las aceras, ayudan a visualizar mejor las posibles mejoras.
Sin embargo, también presenta algunos inconvenientes. Hay quien piensa que, al estrechar las calzadas y carreteras, estas podrían quedar bloqueadas en caso de accidente de tráfico y los vehículos de emergencia no tendrían espacio suficiente para llegar. O que si un camión circula por una de estas calles estrechas, podría golpear con los retrovisores a los viandantes.
Sea como sea, lo cierto es que los sneckdowns han servido como demostración gráfica del mal urbanismo y se han usado en muchas campañas ciudadanas para pedir a las Administraciones un rediseño más racional de sus calles y carreteras. John Geeting, de Filadelfia, EEUU, es un ejemplo de los muchos que circulan por las redes sociales. Sus fotografías fueron usadas por un grupo de activistas de su ciudad para conseguir que el Ayuntamiento rediseñara los espacios de circulación entre las calles 48º y Baltimore. Donde antes solo había calzada, ahora tiene mucho más espacio peatonal y elementos que los delimitan como plantas.
La nieve, sin embargo, no es el único modo de hacer visibles esos errores urbanísticos. En otras ciudades, como Toronto, decidieron utilizar harina o las hojas de los árboles caídas en otoño para el mismo fin. El activista David Meslin realizó junto a un grupo de ciudadanos, este tipo de intervenciones en algunos cruces de la ciudad. Dibujaron con tiza y harina líneas blancas continuas para tratar de dirigir el tráfico y crearon con hojas secas extensiones de las aceras que reforzaban su visión. “Me reuní con algunos vecinos y rediseñamos temporalmente un cruce peligroso cerca de nuestras casas”, explicaba en un tuit de 2017. “Usando solo tiza y hojas, mostramos una superficie sobrante de 2.000 pies cuadrados (610 m2) que podía transformarse en nuevas aceras y cruces mucho más rápidos y seguros”.