En los últimos años, la necesidad de llevar a cabo una transformación sostenible ha quedado clara. Conceptos como la huella de carbono, las energías renovables y la sostenibilidad han conquistado la esfera pública. Lo han hecho conforme se acumulaba la evidencia de que los efectos de la actividad humana sobre el equilibrio medioambiental del planeta tenían el potencial de ser muy negativos. Frente a esta realidad, los compromisos políticos con la búsqueda de la sostenibilidad han sido suscritos por la inmensa mayoría de los países del mundo y ha llegado el momento de buscar las estrategias para hacerlos realidad.

 

Para poder cumplir ese objetivo, muchas de las tecnologías y sistemas que hacen posible la vida diaria de las personas deben experimentar una total deconstrucción. Porque en sectores como el transporte, o la industria, es imprescindible dar con alternativas que no contaminen o, al menos, que contaminen lo menos posible.

 

En la actualidad, casi el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero de los países de la Unión Europea puede atribuirse a los sistemas de transporte. Por ello, la búsqueda de sistemas alternativos y más sostenibles es una absoluta prioridad dentro de las estrategias de adaptación de las economías a modelos sostenibles. La mayor parte del tiempo, cuando se habla del transporte en términos de sostenibilidad, todos los dedos apuntan a los vehículos y sus emisiones. Pero lo cierto es que el margen de mejora es amplio en casi todos los componentes de los sistemas de transporte. En los vehículos, por supuesto, pero también en las infraestructuras y las tecnologías que las complementan.

 

¿Qué es una carretera sostenible?

 

No solo los motores alimentados por combustibles fósiles resultan contaminantes. También lo son las propias infraestructuras. De acuerdo con la revista Science, las carreteras también contribuyen a la contaminación del aire. Por ello, un enfoque integrado de la sostenibilidad en el transporte debe apalancarse sobre un proyecto de carreteras sostenibles. Porque todo cuenta.

 

Así, el desarrollo de una infraestructura sostenible, del tipo que sea, debería ser un proceso que englobe todas las fases del proyecto, desde la planificación a la ejecución. Además, debería llevarse a cabo siempre prestando atención a que el producto resultante tenga el menor impacto posible en el medio ambiente.

 

De acuerdo con la Escuela de Organización Industrial (EOI), para que un proyecto de carretera sea sostenible debe ofrecer una serie de beneficios. Entre ellos, debe buscar la reducción del gasto de combustibles, debe limitar en todo lo posible las necesidades de mantenimiento, así como el impacto ambiental. Debe, también, garantizar una vida útil lo más larga posible para la infraestructura e, incluso después de esta, favorecer que los desechos que produzca sean reciclables o reutilizables. Y, sobre todo, debe cumplir toda una serie de criterios que aseguren que reduce en todo lo posible el gasto energético asociado a su uso.

Tecnologías que apuntan maneras

 

Uno de los elementos que ofrece mayores posibilidades a la hora de “sostenibilizar” las carreteras son los materiales que se utilizan para su construcción. El asfalto, material número uno en la construcción de carreteras, a pesar de las cualidades que lo hacen idóneo para soportar el tráfico rodado, no es precisamente ecológico ni sostenible.

 

Sin embargo, ya hay materiales que ofrecen un potencial importante a la hora de sustituir al asfalto. El grafeno, por ejemplo, más fuerte que el acero, más ligero que el aluminio y completamente ecológico (está compuesto al 100% de carbono) es uno de los principales candidatos (ya está en uso en varios proyectos piloto) para sustituir al asfalto. Además, se están investigando otros materiales que podrían servir para producir pavimentos ecológicos que contribuirían a reducir la contaminación.

 

Otras tecnologías que podrían hacer que las carreteras fuesen más sostenibles son aquellas que ayudan a reducir el gasto de energía, especialmente de la proveniente de combustibles fósiles. Así, proyectos como los de las autopistas inteligentes, capaces de transmitir información e incluso de ayudar a recargar vehículos eléctricos, ocupan un lugar predominante en los desarrollos dirigidos a hacer infraestructuras sostenibles. Dentro de estas tecnologías, destacan las que permiten que las propias carreteras actúen como generadores de electricidad, ya sea a través de energía cinética o de placas solares integradas.

 

El uso de este tipo de tecnologías de generación de energía junto a las que permiten la carga inalámbrica de baterías podría servir para que, en unos años, los vehículos eléctricos puedan recargarse sobre la marcha.

 

 

Carreteras más sostenibles hoy

 

En la actualidad, ya hay proyectos en marcha para testar si determinadas tecnologías aplicadas a la construcción de carreteras podrían servir para que sean más sostenibles. Proyectos como el que se encuentra en un tramo de la N401 en Holanda, que reemplaza parte del asfalto de la carretera por paneles solares para producir energía; o como el proyecto en Rosmalen, también en Holanda, que produce electricidad a través de células fotovoltaicas colocadas en una barrera acústica.

 

El uso de grafeno como sustituto del asfalto también se está poniendo a prueba en la actualidad. Hay proyectos que utilizan el grafeno como material en la construcción de carreteras en países como Reino Unido (A1 en Northumberland) e Italia (La Strada Provinciale Ardeatina en Roma).

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