La electricidad trajo consigo el silencio de los motores. Para muchos, una cualidad más que sumar a la lista de beneficios de los vehículos eléctricos. Su presencia en las calles no solo contribuye a rebajar la contaminación atmosférica, sino también la acústica.

 

Pero la ventaja se convierte en peligro cuando se mira desde el punto de vista de la seguridad vial. La presencia de vehículos de este tipo circulando a baja velocidad (a partir de los 20 km hora, aproximadamente, el rozamiento de los neumáticos con el suelo y el aire produce suficiente sonido) puede pasar inadvertida para cualquier peatón, con el peligro que eso conlleva.

 

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De ahí que desde 2019, la normativa europea contemple la necesidad de que los fabricantes incluyan sistemas de aviso acústico (SAAV) o AVAS, en sus siglas en inglés.

 

La nueva legislación dicta que los sistemas AVAS deberán activarse de manera automática cuando el vehículo inicie la marcha, circule a menos de 20 km/h o active la marcha atrás. El sonido deberá ser superior a los 56 decibelios, pero nunca sobrepasará los 75, nivel habitual entre los vehículos de combustión. Además, deberá ser capaz de indicar las variaciones de velocidad del vehículo tal y como ocurre con otro tipo de motores.

 

Diseñando sonidos de motor

 

A la hora de cumplir con lo recogido en la normativa, los fabricantes de vehículos cuentan en sus equipos con la figura del diseñador de sonidos. En algunas firmas, sobre todo de alta gama, la labor de estos profesionales ha sido crucial a la hora de consolidar su identidad de marca. Es a profesionales que responden a este perfil a los que les debemos el sonido de la mítica moto al ralentí o el que produce el acelerón de un Ferrari.

 

Pero si hasta la fecha su labor se había limitado a disfrazar las explosiones de gas, ahora, con los coches eléctricos, su cometido principal es el de componer los sonidos de sus motores. 

 

Uno de estos compositores es Andrea Cera. Además de haber publicado dos discos y organizar un puñado de instalaciones musicales en lugares como el Pompidou, Cera ha colaborado en la creación del sonido de un motor.

 

En concreto, del Renault Symbioz, un prototipo de berlina para el que Cera compuso un sonido electrizante y sobrio. «Cuando está en movimiento —nos cuenta— es un híbrido de componentes eléctricos y elementos de sonido de turbina, con una pista de motor de combustión a bajas velocidades».

 

Por el contrario, cuando el coche está quieto, emite secuencias de sonidos repetitivos: «Son muy suaves y muy cortos. Crean una especie de lenguaje morse».

 

La labor de Andrea Cera ha consistido fundamentalmente en asesorar al equipo de ingenieros del fabricante francés. La composición de la música del vehículo les ha llevado casi dos años.

 

Tiempo necesario para lograr que los sonidos sean coherentes en su totalidad. Algo similar a lo que busca un músico cuando graba un CD. «La musicalidad en los motores se debe limitar al timbre», nos explica. Los sonidos de coche eléctrico, añade, deben ser sutiles y poco intrusivos y servir para su principal fin: advertir de la presencia del coche a peatones y ciclistas. Lo que no quita que estos avisos tengan un componente de diseño, incluso de imagen de marca, muy importante.

 

Pero ¿cómo se convierte alguien en compositor de sonido de motor? En el caso de Andrea Cera, su vocación surgió durante su infancia. «En mi pueblo había una competición de coches trucados», recuerda. «Aprendí a reconocer a los pilotos locales por la firma sonora de su estilo de conducción. Me fascinó escuchar cómo el timbre de un motor cambia drásticamente cuando acelera o desacelera».

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