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¿Tendrá el coche del futuro exceso de sal?
El secreto de los coches eléctricos del futuro podría estar en el fondo del mar. No. No hablamos de coches submarinos, hablamos de pilas. De esas que propulsan los vehículos y en las que podría encontrarse una de las claves de la lucha contra el cambio climático. En este caso, y más concretamente, de aquellas que, en vez de usar iones de litio para producir electricidad, utilizan iones de sodio. ¿Y qué tienen que ver con el océano? Pues que el agua de mar, además de agua, también contiene sal. Y si el agua está formada por dos átomos de hidrógeno enlazados a uno de oxígeno, la sal lo está por uno de cloro y uno de sodio, elemento fundamental en la fabricación de este tipo de baterías.
Una tecnología de los 80
Así, las baterías de iones de sodio utilizan sodio en lugar de litio como material activo. Están formadas por tres elementos: un cátodo (positivo), un ánodo (negativo) y un electrolito. Cuando la batería se carga, los iones se mueven de un lado al otro: los átomos de sodio en el ánodo van al cátodo, y dejan espacio a los electrones que entran desde la toma de corriente, acumulando así la electricidad. Cuando la batería se usa, este proceso se invierte: los átomos de sodio vuelven al ánodo, liberando electrones que vuelven al cátodo. Este flujo de electrones es lo que usamos para encender nuestros dispositivos. De esa manera —como pasa, en realidad, con todas las baterías—, es su capacidad de mover el sodio de un lado al otro la que hace que se puedan utilizar una y otra vez.
Las primeras aproximaciones a este tipo de baterías se remontan a los años 70 y 80, cuando los científicos comenzaron a explorar alternativas al litio, un elemento con poca disponibilidad en el planeta y, por ello, de costes más elevados. Unos inconvenientes que, sin embargo, no han impedido que las baterías que funcionan con este material se hayan impuesto comercialmente durante las últimas décadas. De esta manera, el impulso definitivo al desarrollo de las baterías de sodio ha llegado recientemente como respuesta a la necesidad de baterías más económicas y sostenibles que contribuyan a la obsolescencia de los combustibles fósiles, de los vehículos que los utilizan y las emisiones que generan.
El primer modelo
De momento, el primer vehículo eléctrico propulsado por baterías de iones de sodio salía del horno en diciembre del año pasado. Se trata del modelo Yiwei, fabricado por el grupo chino JAC. Su batería tiene una capacidad de 23,2 kWh y una autonomía de 252 kilómetros con una sola carga, consumiendo cerca de 10 kWh por cada 100 kilómetros de recorrido. Además, la batería puede cargarse del 10 al 80% en 20 minutos, lo que recorta considerablemente los tiempos de carga de los coches que usan baterías de litio.
No se trata de una tecnología apoyada solo por los fabricantes más innovadores, sino que también está llamando la atención de las grandes firmas de coches. El caso de JAC por ejemplo, es paradigmático: es copropiedad del gobierno chino y de Volkswagen. La casa alemana posee el 75% de la empresa y, además, cuenta con un 50% de la empresa matriz del grupo en el que está integrada.
A pesar de ser pionera en el desarrollo de un vehículo impulsado por una batería de iones de sodio, JAC no es la única empresa dedicada al desarrollo de baterías de sodio. La sueca Northvolt anunciaba en diciembre del año pasado su éxito en el diseño de una batería de iones de sodio con mayor densidad energética. Según el CEO de la empresa, Peter Carlsson, la nueva batería de Northvolt está llamada a “permitir el despliegue generalizado” de las baterías de sodio, y a “acelerar la transición energética”.
Litio vs. sodio
De momento, este tipo de baterías no están lo suficientemente desarrolladas como para ser una alternativa plenamente viable para las de iones de litio. Para empezar, las nuevas baterías ofrecen una menor densidad energética, es decir, a un mismo tamaño, las baterías de iones de sodio almacenan menos energía. Una desventaja importante dado que el almacenamiento de energía es su función principal.
Eso sí, también existen aspectos a favor de las baterías de iones de sodio, en los que se desempeñan mejor que las baterías de litio. Para empezar, ofrecen una mayor estabilidad térmica, lo que se traduce en un mejor rendimiento a bajas temperaturas. Son, además, más seguras y tienen capacidad para cargarse en menos tiempo, dos ventajas nada desdeñables para los conductores de vehículos eléctricos.
Además, y este quizá sea el mejor argumento a favor de las baterías de iones de sodio, son más sostenibles que sus rivales de litio. Es así porque, para empezar, ofrecen una vida útil mayor, y por ello, es necesario renovarlas con menor frecuencia. Las materias primas necesarias para su fabricación son mucho más abundantes (el sodio abunda en la Tierra 500 veces más que el litio) que las empleadas en las baterías de iones de litio. Por ello, también son más baratas, lo que podría generar un efecto cascada, provocando una bajada de los precios de los vehículos eléctricos y contribuyendo, a su vez, a que aumenten el número de este tipo de vehículos en circulación.