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La renovación de infraestructuras o los cambios de planificación dejan sin circulación pueblos y parajes que, sin visitantes, languidecen con el paso del tiempo
Cuando una carretera es abandonada, con ella desaparece mucho más que una vía de comunicación. Un camino supone circulación de personas, con una serie de necesidades que repercuten de forma directa en los puntos por los que transcurre. Los cambios en la planificación, la mejora de infraestructuras, las mejoras en la seguridad, las propias condiciones de la vía o la negligencia de algunos gobernantes generan tramos de carreteras abandonados o también llamados fantasma. Kilómetros de asfalto por los que apenas pasan vehículos y que, en muchos casos, la naturaleza tapa y recupera para sí misma.
Hay múltiples casuísticas por las cuales la existencia de una carretera deja de tener sentido. Puede quedar obsoleta y ser sustituida por otra con un trazado más seguro, menos revirado, más llano. Entonces se generan tramos de asfalto que no provienen ni conducen a ninguna parte. Estos tramos, en ocasiones kilométricos, que incluso atraviesan pantanos y se pueden recorrer en épocas de sequía, conservan viejos elementos y desprenden un magnetismo que atrae a los carreteros, personas que han documentado ampliamente estos fenómenos, los creadores de los blogs lugares-abandonados.com o www.carreterasabandonadas.com, en el caso de España, o el fotógrafo norteamericano Keith Dotson, entre otros.
Esta especie de vías muertas sin raíles son utilizadas por ciclistas, por patinadores y patinadoras, o son simplemente un buen refugio de paz en medio de la nada. Hay algo en ellos, entre la nostalgia y el gusto por lo solitario y lo añejo, que atrae a los carreteros que, además, gustan de recorrerlos en coches de la época.
La autopista mató a la pequeña carretera
Existen otros casos en los que las carreteras mantienen sus funciones y su operatividad, pero la construcción de infraestructuras nuevas, más modernas y seguras secan las antiguas y se llevan, de paso, toda la riqueza que generaban a su paso por los pueblos. Un caso paradigmático de este fenómeno fue la construcción de la A3 en España, que conecta Madrid con Valencia, y que echó por tierra negocios de todo tipo en la antigua Nacional III, la popularmente conocida como carretera de Valencia.
En 1998 se inauguró de manera definitiva la nueva autovía y casi inmediatamente, “como si hubiera caído una bomba biológica”, cesaron su actividad boyantes hoteles, talleres mecánicos, tiendas y restaurantes. Algunos pueblos de esta antigua carretera nacional vieron reducida su población a menos de una cuarta parte; otros prácticamente se quedaron despoblados.
La lógica del progreso convirtió lo que era un hilo indispensable para entender las vacaciones y la movilidad de millones de españoles en una carretera residual que actualmente solo utilizan los vecinos de los pueblos, algunos nostálgicos, moteros con ganas de hacer buenas curvas o amantes del slow driving.
Incluso se creó una plataforma para declarar la N-III como ruta histórica, y poner en valor su importancia patrimonial, paisajística y cultural, al estilo de la antigua Ruta 66 de Estados Unidos, pero cesó su actividad hace unos años sin haber logrado sus objetivos.
La autopista de cabras de Pennsylvania
En unas ocasiones, son las mejoras las que llevan al abandono de determinadas rutas, pero en otras son la mala planificación o la falta de financiación, así como los bandazos políticos, los que llevan al nacimiento de las carreteras fantasma. Es el caso de algunos tramos de la Route 23,en Estados Unidos, también conocida como Goat Path Expressway (autopista del camino de las cabras).
Originalmente, era parte de un proyecto de la autopista PA 23, propuesto en la década de 1960 para aliviar el tráfico en la zona este de Lancaster. El plan inicial era construir una autopista de varios carriles, pero debido a problemas de financiación y otras complicaciones, solo se completaron algunas secciones de la vía.
La construcción se detuvo antes de que el proyecto pudiera finalizar, y el tramo inacabado fue finalmente entregado a los agricultores locales, en su gran mayoría pertenecientes a la comunidad amish. Estos empezaron a utilizarlo para actividades agrícolas y ganaderas, lo que llevó a que la vía recibiera este apodo coloquial. Aunque la carretera nunca fue terminada ni utilizada como una autopista oficial, el nombre quedó como un símbolo del fracaso del proyecto.
En Estados Unidos hay múltiples casos de infraestructuras abandonadas sustituidas por otras más modernas y, más allá del abandono que sufren los tramos que ya no conectan nada, se trata de sacar partido a otros que sí tienen cierto atractivo turístico. Es el caso de la mítica Ruta 66, que une Chicago, en Illinois, con Los Ángeles, en California, a través de 3.939 kilómetros, y otros seis estados. Existen guías de los lugares más solitarios, fantasmagóricos y abandonados de esta carretera, solo aptos para quienes buscan la tranquilidad y el silencio.
Hoy en día, la Ruta 66 está descatalogada como carretera, ya que ha sido sustituida por autopistas. Pero algunos tramos adquirieron la consideración de ruta histórica y así están señalizados. En este caso, sí se logró la protección que no se consiguió en la carretera de Valencia, en España.
Existen otros ejemplos que plantean disyuntivas en Estados Unidos, como es la Highway 39, en Los Ángeles. El futuro de esta autopista en las montañas de San Gabriel sigue siendo incierto, pero hay avances recientes. Cerrada desde 1978 debido a deslizamientos de tierra que afectaron gravemente a 4,4 millas de su trazado, se están considerando seis opciones para su reapertura.
Estas van desde restaurar la carretera para su uso público completo hasta alternativas más limitadas, como mantenerla solo para emergencias o convertirla en una ruta exclusiva para bicicletas y vehículos de emergencia. Aunque el Estado ha indicado que la autopista debe reabrirse para conectarse con la carretera 2, las preocupaciones ambientales, como la protección de las ovejas de cuerno grande, o bighorn sheep, complican el proceso. En 2023, el departamento de Transporte de California (Caltrans) llevó a cabo consultas públicas para recibir opiniones sobre estas opciones, pero aún no se ha tomado una decisión final.
Carreteras abandonadas en Bogotá
El abandono de infraestructuras a medio construir no es un fenómeno exclusivo de EE. UU. También es frecuente en España, donde hay media docena de tramos sin rumbo concreto y con futuro incierto debido a diferentes motivos. Aunque pocos casos hay más flagrantes que la ciudad de Bogotá, en Colombia, donde existen dos autovías construidas y en desuso.
Una de ellas, la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO) Sur, una carretera cuya construcción empezó en 1961 y que, más de 60 años después, sigue sin cumplir su propósito inicial de descongestionar las salidas de la capital y facilitar el transporte de mercancías y personas de las localidades cercanas. Se trata de más de 15 kilómetros terminados de una vía de doble sentido que en los programas electorales de las sucesivas elecciones aparece como una inversión fundamental, pero nunca llega a materializarse. Mientras llega este uso, la población local aprende a conducir en sus kilómetros solitarios de asfalto, por donde también es muy cómodo pasear en bicicleta.
Igualmente, con el objetivo de descongestionar otra salida de la capital colombiana y de facilitar la llegada de mercancías, se construyó otra autovía, la avenida Usminia, más recientemente, que cuenta con rotondas e incluso carriles bici y red de alcantarillado, y cuyo avance se paró en seco cuando se alcanzaron los poco más de 1.100 metros de longitud. Según las fuentes, se atribuye el parón a la falta de fondos o al hallazgo arqueológico de cientos de cuerpos enterrados en el trayecto previsto, lo que motivó que se abandonasen las obras sin llegar a inaugurar la vía.
Una recta de 146 km en Australia
Australia es hogar de algunas de las carreteras más inhóspitas y solitarias del mundo, como la Eyre Highway y la Outback Way, que ofrecen viajes fascinantes pero llenos de desafíos. La baja densidad de población en algunas de las regiones que atraviesan, así como en el país en general, las convierten en lugares solitarios y silenciosos.
La Eyre Highway, que cruza la vasta llanura de Nullarbor, se extiende más de 1.600 kilómetros entre Australia Occidental y Meridional. La carretera lleva el nombre del explorador que atravesó por primera vez esta misma llanura por tierra, Eduard John Eyre.
Este tramo de carretera es famoso por contar con la recta más larga del país, de unos 146 kilómetros sin una sola curva. Pese a la sensación de aislamiento, es un corredor vital para el transporte de mercancías. Los viajeros enfrentan condiciones extremas, con temperaturas elevadas y escasez de servicios, aunque sus paisajes desolados también atraen a aventureros en busca de una experiencia única.
Por otro lado, la Outback Way conecta Winton, en Queensland, con Laverton, en Australia Occidental. Se trata de más de 2.700 kilómetros a través del remoto interior del país. Esta carretera, conocida como la Gran Ruta Central, atraviesa áreas áridas y difíciles, donde las pequeñas poblaciones y los enormes espacios vacíos marcan el ritmo del viaje. Aunque en los últimos años se ha trabajado en su mejora, muchos tramos siguen siendo caminos de tierra. Aun así, la Outback Way es esencial para comunidades remotas y viajeros que buscan explorar el verdadero corazón de Australia. Hay, de hecho, completas guías para recorrerla minimizando los riesgos evidentes de una aventura por parajes tan inhóspitos y salvajes.
Escribe: Rafa Honrubia