Cuando una civilización desaparece, cuando su carne es tragada por el paso del tiempo, las carreteras permanecen como un vestigio de lo que fueron, como las líneas que cohesionaron pueblos y ciudades.

 

Las carreteras dicen mucho sobre la sociedad que las construye. De dónde viene y a dónde va en un sentido no solo literal. En la arqueología tienen mucha importancia, pues desvelan los intercambios culturales y comerciales entre distintos pueblos. Lo siguen haciendo en la actualidad, solo que de forma tan cotidiana que apenas reparamos en ello. Transitamos por autopistas, autovías o carreteras a diario, son ejes fundamentales para nuestro sistema socioeconómico y cultural. Esto es así desde la época romana, cuando se creó la primera red viaria, planificada y estatal. 

 

Las carreteras romanas no solo sirvieron para transportar personas y mercancías, sino para difundir ideas, culturas y leyes. Se convirtieron en el principal elemento romanizador, articulando el territorio y haciéndolo más fácil de gobernar.

Todos los caminos de Europa llevaban a Roma, de donde partía una red con muchas ramificaciones que se infiltraba en todos los terrenos del imperio. Los romanos construyeron, desde el año 312 a. C. y durante más de 700 años, más de 100.000 kilómetros de vías. Por ellas desfilaron legiones y órdenes, mercaderes y modas, corrientes artísticas. Los romanos no solo construyeron las primeras carreteras, con ellas crearon la primera idea de Europa. 

En su reciente ensayo Los europeos, el historiador Orlando Figes abunda en esta tesis desde un prisma más moderno. Cuenta, a través de la vida de tres artistas, cómo el ferrocarril impactó en la Europa del siglo XIX, haciendo más accesible el viaje y el intercambio de ideas, iniciando una revolución no solo industrial sino cultural. “Les permitió descubrir”, explica el autor, “en las obras de arte, su propia europeidad, los valores e ideales que compartían con otros pueblos de Europa, por encima de su nacionalidad”. De eso trata el camino, ya sea asfaltado, empedrado o forjado a hierro: de acercar a pueblos distintos, compartir ideas y valores. De crear comunidad. 

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