La mayoría de los conductores no solo hemos oído hablar del efecto mirón, el del acordeón o el del dominó. Muchos hemos sido víctimas, causantes o partícipes de alguno de ellos en alguna que otra ocasión.

Los conocidos como efectos de la conducción están provocados por despistes o fallos por parte de los conductores. Negligencias que tienen su incidencia en la carretera y, en ocasiones, con dramáticas consecuencias.

Por eso conviene conocer los más comunes y las causas que suelen provocarlos para así poder evitarlos en la medida de lo posible:

. Efecto mirón. Se produce cuando un vehículo parado o accidentado provoca la curiosidad del resto de conductores. Estos frenan o reducen la marcha al pasar cerca de él (ya sea en el mismo sentido de la marcha o en el contrario) para fisgonear. Una actitud que, además de ralentizar la circulación, está detrás de no pocos accidentes.

 

. Efecto acordeón.  Ocurre en trayectos urbanos cuando se forman filas de vehículos tras un semáforo. Pero también en carreteras y autopistas cuando están atascadas. La reducción de la velocidad o la detención provoca que, al reanudar la marcha, esta se produzca con mayor lentitud cuanto más atrás esté el vehículo. Como en otros muchos, la falta de atención de los conductores, que tardan algunos segundos de más en volver a ponerse en marcha, suele estar detrás de este efecto.

 

. Efecto elefante. Ante un frenazo, un viajero con un peso de unos 75 kilos que viaja en la parte trasera y sin cinturón de seguridad puede salir despedido de vehículo con una fuerza similar a la de un elefante (unas cuatro toneladas). De ahí la importancia de que, además de los pasajeros, todos los objetos que portemos en el coche estén correctamente anclados al emprender la marcha.

 

. Efecto dominó. La excesiva velocidad, la falta de atención de los conductores y no guardar la distancia de seguridad suele ser el cóctel que propicia este efecto. En la mayoría de las ocasiones lo produce un vehículo que, al no frenar a tiempo ante una retención, colisiona con el vehículo que lo precede, que, a su vez, golpea al de delante, y este al de delante, etc.

 

. Efecto rebote. Ocurre cuando los  excitantes (café, bebidas de cola, té…) que tomamos para evitar quedarnos dormidos al volante pierden su efecto. Es el momento en el que pueden sobrevenir de golpe el cansancio y la somnolencia. Cuando esto ocurre, la única solución es parar el coche y descansar.

 

. Efecto pantalla. Se produce cuando, al salir de un túnel o adelantar a un vehículo de gran volumen, el conductor percibe el impacto del viento lateral que empuja al vehículo por ese lado. Una situación que puede resultar peligrosa si este llega a invadir otro carril o el sentido contrario de la carretera. Para evitarlo, lo mejor es hacer caso de las señalización que avisan de las fuertes rachas de viento en la zona y conducir a una velocidad que, en caso de desplazamiento del vehículo, permita al conductor controlar la dirección de este.

 

. Efecto submarino. El uso inadecuado del cinturón de seguridad o un asiento demasiado inclinado son las causas principales de este efecto que provoca que, tras un frenazo brusco, el pasajero se dé de bruces contra el salpicadero o el asiento de delante. El nombre de submarino procede de otra de sus posibles consecuencias: la de que el pasajero se deslice bajo la banda del cinturón, lo que puede provocar importantes lesiones internas.

 

. Efecto túnel. Cuanto mayor es la velocidad de un vehículo, menor es el campo de visión del conductor. Según racc.es, si el ángulo de visión a velocidad reducida es de 104º, al circular a 65 Km/h, este cae a 70º. Y si pisamos el acelerador hasta los 150 Km/h, se queda en apenas 18º.  Solo veremos con claridad, pues, lo que tenemos justo enfrente, mientras que todo lo que quede fuera de este pequeño ángulo será prácticamente invisible, como si estuviésemos dentro de un oscuro túnel.

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