La digitalización de la movilidad depende de los ‘data centers’ y estos cada vez representan una proporción mayor del consumo eléctrico. Las estrategias de descarbonización son esenciales

Un estudio reciente de un grupo de académicos de universidades chinas y estadounidenses ha identificado una batería de medidas con las que, según ellos, los data centers pueden reducir el consumo de energía entre un 20 y un 40% mediante la optimización de los equipos, y entre un 15 y un 27% introduciendo mejores técnicas de refrigeración.

Todo ello afectaría a los dos ámbitos que representan el 80% del consumo eléctrico de los centros de datos: la energía que necesitan los servidores para funcionar y los dispositivos de refrigeración (con grandes cantidades de agua) que garantizan su estabilidad. El resto lo consumen las propias dinámicas de la vida útil, averías y reemplazo de los equipos.

Según el estudio, los operadores deberían ubicar los data centers en lugares de fácil acceso a los recursos naturales necesarios, acelerar su gestión inteligente y unificada, construir centros de datos integrados de almacenamiento y computación que sean compatibles con recursos heterogéneos y modelos de negocio optimizados y realizar, finalmente, un uso diversificado y a gran escala de las energías renovables.

Los grandes operadores del sector ya están preparando avances en muchos de estos sentidos, y no es para menos. Este mismo año, la Agencia Internacional de la Energía ha publicado sus previsiones sobre el consumo eléctrico de los data centers para 2026, importantes reguladores como la Comisión Europea han aprobado nuevas

normas de transparencia de emisiones para las infraestructuras y, al comienzo del verano, firmas como Google han reconocido que sus emisiones despegaron casi un 50% entre 2019 y 2023 debido, sobre todo, a sus centros de datos.

Entre 2022 y 2026, los centros de datos podrían duplicar su demanda mundial de electricidad según las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía, despegando de 460 a más de 1.000 teravatios/hora. Esto equivaldría a sumar el consumo de una gran economía como Japón a la red internacional de suministro en tan solo cuatro años.

Uno de los motivos sería la revolución de la inteligencia artificial en las mayores potencias del planeta. Ahora mismo, existen más de 8.000 data centers en todo el mundo: la mitad se encuentran en Europa y Estados Unidos, y alrededor del 10% en China.

También habría que sumar la influencia de los incentivos y necesidades locales para desplegar estas infraestructuras. En Estados Unidos, por ejemplo, los centros de datos podrían pasar de representar un 4% de la demanda eléctrica total a representar un 6%. El crecimiento tendrá mucho que ver, en todo caso, con la expansión de las redes 5G, los servicios basados en la nube y las ayudas que ofrecen los estados a las empresas para que se instalen y creen empleo en sus territorios.

Las situaciones de la Unión Europea o China coinciden en algunos aspectos con la de Estados Unidos, pero también existen notables diferencias. Mientras Virginia (en parte, gracias a Amazon) posee más centros de datos que California con su Silicon Valley, en Europa muchas de estas infraestructuras se encuentran en las proximidades de grandes ciudades con amplios cinturones de actividad financiera como Fráncfort, París, Londres, Ámsterdam o Dublín.

Otro aspecto que refleja la diversidad de las experiencias internacionales es que, aunque en Europa la demanda de electricidad depende menos de los data centers (apenas llega a representar un 4%), hay estados pequeños, como sucede en Dinamarca y, sobre todo, en Irlanda, donde su peso es abrumador.

La Agencia Internacional de la Energía cree que estos centros representan ya casi el 20% del consumo irlandés y que, en 2026, la cifra habrá escalado hasta un espectacular 32%. Irlanda podría añadir a la lista otros 54 data centers a corto plazo cuando concluyan las obras de las infraestructuras que ya tiene en construcción y aprobadas sobre plano.

Movilidad inteligente

El impacto de estas instalaciones sobre la movilidad inteligente hay que observarlo en dos dimensiones: la de la movilidad urbana y la de la logística de media y larga distancia.

Según un amplio sondeo de la consultora McKinsey, los grandes operadores logísticos han ampliado su inversión tecnológica desde 2020. Las crisis de abastecimiento de los años siguientes al estallido pandémico la han acelerado, porque la rigidez de las cadenas de suministro fue uno de los motores de las crisis y la inflación.

Ahora, los operadores logísticos están apostando más por aprovechar en sus cadenas de distribución las ventajas en flexibilidad, eficiencia a largo plazo y diversificación del riesgo que les aportan unas fuertes inversiones en tecnología y análisis automatizado de los datos y unas estrategias novedosas que buscan proveedores más próximos y menos concentrados geográficamente.

Así, la gran logística ha acelerado su transición hacia la movilidad inteligente de las mercancías intensificando el rastreo en tiempo real de los vehículos, la optimización de rutas con la ayuda de la realidad aumentada, la mayor robotización de los centros y sistemas de inventarios o la creación y gestión de gemelos digitales de los propios almacenes. Todas estas tecnologías suponen un uso mayor de los data centers.

Más allá de la logística de media y larga distancia y sus mercancías, los investigadores académicos Riccardo D’ Alberto y Henri Giudici también describieron hace poco en un estudio la profunda adicción a los datos (y, por lo tanto, a la creciente capacidad de los centros que los almacenan y procesan) de la movilidad inteligente urbana.

Los nuevos conceptos de smart cities no han dejado de multiplicar esa voracidad en ámbitos como los sistemas de transporte inteligentes, tanto con vehículos públicos como privados, los dispositivos de gestión del tráfico rodado que incluyan trayectos que favorezcan la reducción de emisiones o la gestión del tráfico humano mediante la geolocalización de los teléfonos móviles o la interacción en las redes sociales.

Si los data centers ya determinan el despliegue de la movilidad urbana y la logística inteligente y, además, representan una considerable porción del consumo total de electricidad según la Agencia Internacional de la Energía, entonces estas instalaciones son claves para cualquier estrategia que favorezca la sostenibilidad a largo plazo. Y así se entiende mejor que la Comisión Europea diera en marzo un primer paso hacia la evaluación transparente de cada centro de datos.

Con ese primer paso, los operadores de estas infraestructuras deberán comunicar a los reguladores sus principales indicadores de  sostenibilidad el próximo 15 de septiembre y, con información actualizada, el 15 de mayo de todos los ejercicios siguientes. Bruselas quiere crear un sistema de clasificación sostenible de todos los centros de la UE.

Evidentemente, los data centers ya han empezado a jugar un papel importante en cualquier estrategia que apueste por un avance sustancial en sostenibilidad en general y, muy especialmente, en muchos de los aspectos claves de la movilidad inteligente.

Y esto es, justamente, lo que está animando a los operadores de las infraestructuras a diseñar nuevas fórmulas para limitar las emisiones, maximizar la eficiencia de su consumo eléctrico y aprovechar mejor recursos como el agua para la refrigeración o el sol y el viento como fuentes de energía. ¿Cuáles serán sus próximos pasos?

Escribe: Gonzalo Toca

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