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Una de las cosas más placenteras de viajar por carretera es la de descubrir paisajes nuevos. Desde la ventanilla de nuestros coches, vamos observando los cambios en el color de la vegetación, el contraste entre el negro del asfalto y la luminosidad de los campos de trigo, los amaneceres y los atardeceres con el sol tiñendo de rojo o de oro el horizonte…
Cuántas veces no habremos observado maravillados los tonos que la naturaleza nos regala en nuestro viaje. Y cuántas veces no nos hubiera gustado capturar esa riqueza cromática y guardarla en un bote de cristal que nos permita seguir disfrutándolos cuando regresemos a casa.
Afortunadamente, la fotografía nos ayuda a conservar parte de esa magia. Y cuando tenemos morriña por viajar, abrimos esa otra ventana que es internet para imaginar que estamos en alguna de esas rutas legendarias que soñamos con hacer algún día. La Ruta 66, el desierto del Gobi, la increíble Nueva Zelanda…
Contemplar las fotos de estos lugares da cosquillitas en las pupilas. Los colores de sus paisajes son pura magia. Rocas color tabaco seco, arena de caramelo, puestas de sol color melón… Utilizando un programa que captura y analiza los colores, esta sería la paleta que la naturaleza ha empleado en algunas de las rutas más famosas del mundo.