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Los nuevos modelos de movilidad obligan a reinventarse continuamente. Lo fósil ha dado lugar a lo eléctrico y aún hay por hacer. La empresa Ikerlan busca una fuente de energía más duradera, segura y eficiente.
A la hora de proyectar un nuevo modo de transporte, siempre surgen incógnitas. De aquellos iniciáticos inventos analógicos al gran salto de la modernidad, hubo todo un proceso de ensayos y errores que dieron con varios modelos firmes, duraderos, pero que, aun así, no dejan de implorar mejoras. Se mantiene el patrón del primer vehículo con pequeñas variaciones, pero los desafíos se multiplican.
De lo fósil, por ejemplo, se ha pasado a lo eléctrico. Y eso implica avances, pero también incertidumbres. Acostumbrados a funcionar de una manera concreta, toca enfrentarse no solo a un nuevo tipo de energía, sino a una estructura diferente. En ese aspecto se incluyen elementos estructurales como las baterías, la energía que nutre al automóvil. Su tamaño, su peso y su calidad han ido perfeccionándose hasta un punto en el que se habla de superbaterías.
¿Qué significa tal apelativo? Pues, básicamente, mejor rendimiento en distintos aspectos: duración, espacio y sostenibilidad. Es decir, que sean más duraderas, ocupen menos y se basen en recursos limpios o que no aniquilen el medio ambiente. Y no es fácil de conseguir. Ya ha habido enormes avances, pasando de la gasolina a coches totalmente autónomos, con unas láminas, habitualmente de litio.
En este sentido, y teniendo en cuenta que desde su comienzo hubo coches eléctricos, se han convertido en cruciales. Dentro del magma de investigaciones que se están desarrollando a lo largo del mundo (desde las fábricas chinas, que encabezan la producción, hasta la compañía Tesla), merece la pena detenerse en una iniciativa europea. Se trata del proyecto Liberty, con entidades de Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Países Bajos y Rumanía y liderado por Ikerlan, un centro vasco especializado en I+D+i y miembro del BRTA —Basque Research and Technology Alliance—.
La superbatería de esta empresa ha obtenido una financiación de 11 millones de euros gracias al Programa Horizon 2020 de la Comisión Europea y de la marca Mercedes-Benz, contraparte del proyecto y la que probará el resultado en su modelo eléctrico EQC. Dio el pistoletazo de salida en 2021 y durará 41 meses. Según nos explican sus protagonistas, esta creación presume de un diseño innovador, mucho más eficiente y ligero que optimiza la carga: las celdas que la componen maximizan la densidad de la energía en menos volumen, por lo que pesan un 20% menos.
Con esta modificación y al máximo nivel de carga, se pueden recorrer hasta 500 kilómetros, un aumento de un 25% respecto a las ya existentes. “Dentro de Ikerlan, las baterías son una parte muy importante”, apunta Igor Villarreal, responsable del área de almacenamiento y gestión de energía, y Eduardo Miguel, responsable del proyecto de Liberty. “Tenemos que fijarnos en que sean seguras, reemplazables, económicas… Que duren, se recarguen rápido y sean baratas”, añaden.
Según explican los miembros de la compañía, el tiempo de recarga se reduce a la mitad gracias a doblar el voltaje —de 400 a 800V— y que la batería sea compatible con cargas ultrarrápidas de hasta 350 kW. En total, tal y como anotan, entre 40 y 45 minutos. Otro avance fundamental de estas superbaterías es el incremento de su vida útil, llegando a equipararse a la de los motores de combustión actuales: de, aproximadamente, unos 20 años o 300.000 kilómetros.
“Se hará muy duradera, de 180.000 a 300.000 kilómetros”, sostienen Villarreal y Miguel, “y la idea es que sea reutilizable, que se pueda reciclar o tenga una segunda vida”. Ambos expertos enumeran su composición (principalmente de litio, pero también contiene grafito, cobalto, manganeso o cobre) y se encamina a alcanzar cinco objetivos: el rango de los 500 kilómetros de autonomía, el tiempo de recarga, que no tenga riesgos, que aguante sin perder cualidades y que sea sostenible.
Mejores baterías, con mayor capacidad y menores tiempos de carga
Hasta ahora, la durabilidad de una batería eléctrica suele rondar los 10 años y los 150.000 kilómetros. Por eso, un avance de este calibre puede ahorrar el desembolso extra de un 50%. Y no solo su primera vida será más duradera, sino que tendrán una segunda: se podrán reutilizar para dar soporte al sector de las energías renovables: parques fotovoltaicos, almacenar energía generada en los paneles solares de un inmueble urbano… Un proyecto pionero que alumbra nuevas posibilidades.
Mejores baterías, con mayor capacidad y menores tiempos de carga revolucionarían el transporte y la electrónica de consumo, aparte del gran impacto en el terreno de las energías renovables, cada vez más presentes en todo el planeta gracias al abaratamiento de las células fotovoltaicas y los generadores eólicos. En España, por ejemplo, las energías renovables podrían cubrir más de un tercio de la demanda eléctrica anual. Y hay periodos del día y del año en los que serían capaces de abastecer a toda la población. “El paradigma de los vehículos eléctricos ha venido para quedarse”, aducen Villarreal y Miguel, “y se están ofreciendo soluciones viables a los desafíos que surgen”.